Amo la noche para escribir es buena acompañante. Estoy tratando de escribir alguna estupidez insignificante, algo sin mucho sentido. Me encanta cuando las cosas no tienen sentido porque se vuelven interesantes. Tantos temas fútiles que navegan sin rumbo en mi entorno cerebral, cosas insignificantes tal vez –para algunos- pero que no les dejo de dar la importancia debida, ya que siempre resulta que lo más trivial se vuelve el centro de todo, entonces se podría deducir sin mucho esfuerzo que lo trivial no termina siendo tan nulo porque causa algún efecto (Ley Universal) en esa ecuación sin respuesta a la que llamamos: cotidianidad.Me olvidé un poco de algunas formas básicas de la sintaxis en mi manera de escribir, porque este escrito será la excepción a los versos y a las rimas a los que acostumbro -y me gusta lo confieso-pero voy a variar un poco, no es sólo escritor aquel que sabe cuando acentuar las palabras o aquel que busca durante horas la palabra más rebuscada para expresar algo simple. Quiero hablar de tantas cosas, no quiero caer en lo viejo, no quiero hablar del amor que no llega, de la tristeza que se resiste o del dolor incurable, no deseo profundizar en esos temas, es más de lo mismo. A la gente le gusta hablar de lo que le falta, de lo que no tienen pero tal vez hacen muy poco por obtener lo que desean. Yo ésta vez preferiría hablar sobre mis estrellas de chocolate, no las tengo aún pero voy por ellas.¿De qué sabor serán las estrellas? Las estrellas no tienen sabor dirán algunos, pero ¿Cómo lo saben?, ¿Ya fueron a las estrellas, algunas vez se han parado si quiera en una? No sé, ni me importa tampoco. Sólo puedo decir que en Mi Mundo esas cosas brillantosas que vagan durante la noche tienen el sabor de mis sueños y de mis ilusiones, mis estrellas saben a chocolate. No faltará algún idiota que salga con una explicación científica que impugne mi idea y dirá -Están compuestas de vapor de hierro y de... bla-bla-bla. Y podré aplaudirle su fabulosa explicación escudriñada pero entonces le diré que en su mundo saben a eso (Vapor de hierro), pero en el mío saben mucho mejor, saben a chocolate, además jamás ví o escuché a ningún científico hablar sobre los compuestos del alma pero para ellos no existe tal cosa, así que tampoco espero oírlos hablar sobre las estrellas y sus sabores. Un día echada en mi cama sumergida en mi imaginación ociosa me puse a pensar ¿De qué sabor serán las estrellas? yo misma me sorprendí de la pregunta, pero más me sorprendí con la respuesta. Son de Chocolate -me dije yo misma- y así di comienzo a un monólogo interior muy sugestivo e interesante. Las estrellas son del sabor que decidas, el que más te guste -continué- el sabor de una ilusión, de un sueño lejano, nada es imposible y si mis estrellas tienen sabor, mis sueños y mis ilusiones también deberían, y ya decidí que todos tendrán sabor a victoria, a la victoria y la conquista de haberlos realizado y por muy lejos que estos se encuentren –en espacio de tiempo- pienso probar cada una de mis ilusiones y comérmelas todas. Las estrellas están lejos pero sé el sabor de cada una de ellas, entonces por qué no decir que mis sueños saben a conquista, aunque todavía no haya llegado a la meta. Supongo que confirmaré el sabor de mis sueños estelares justo cuando bese los labios de un hombre bueno frente al altar, cuando halle la felicidad en una rutina de trabajo y cuando vea sonreír a mis hijos. Estoy segura que algún día probaré y me comeré esos pegostitos brillantes y fúlgidos que sólo se ven en la oscuridad y eso será cuando realice mis sueños y justo cuando reconozca el sabor de la victoria y de la conquista en mis papilas gustativas, justo en ese momento habré comprobado que las estrellas saben a chocolate.“Los sueños son estrellas lejanas que se pueden alcanzar”
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1 comentario:
¡Felicitaciones! La profe.
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